HISTORIAS DE FAMILIA (2)
LES PRESENTO A MI TATARABUELO ITALIANO FRANCESCO LUTRI
Ésta es la historia de un inmigrante siciliano que dejó su tierra natal a fines del siglo XIX buscando un nuevo horizonte y que terminaría por abrazar una nueva tierra donde llevaría adelante su vida. Una historia entre tantas otras de italianos venidos a la Argentina “con lo puesto”. De Castel de Lucio a Córdoba sin escalas.
El origen del “Nono” Francisco y su historia familiar
Mi tatarabuelo Francisco Lutri nació en un pueblo de montaña con entonces 2500 habitantes llamado Castel de Lucio en la provincia de Mesina (Italia), distante 81 kilómetros de Catania y 87 de Palermo como ciudades de renombre más cercanas dentro de la isla de Sicilia.
“Francesco” vio la luz el sábado 13 de Octubre del año 1877. Lleva su nombre, como era costumbre en la época para un primogénito, en honor a su abuelo paterno. Es decir, el papá bautizaba a su hijo con el nombre de su propio padre. Aunque en su caso también su abuelo materno se llamaba “Francesco” así que dejaba conformes a las dos familias. Esta costumbre hizo que desde fines del siglo XVIII y por 8 generaciones (tanto en Italia y más inconscientemente en Argentina) se respetaran los nombres intercalados de “Francesco” y “Antonino” (O Francisco y Antonio) para esta familia Lutri que inclusive aún hoy en el año 2020 podría tener continuidad.
Los padres de Francisco fueron Antonino Lutri (campesino/agricultor como la mayoría de los hombres del pueblo) y Anna María Salerno (Que aparece en su acta matrimonial “Sin profesión” aunque era normal que además de criar a sus hijos las mujeres hicieran muchas tareas entre las cuales se destaca de esa zona que fueran hábiles hilanderas).
Tanto Antonino como Anna María eran habitantes de Castel de Lucio y sus familias, al menos 150 años antes, allá por 1730 y 1740 vivían en el mismo pueblo como muestran las actas más antiguas encontradas.
Cuando Francisco llegó al mundo sus abuelos paternos, Francesco Lutri y Giuseppa María Scadutto, ya habían perecido tiempo atrás con apenas 49 y 42 años de edad respectivamente.
Su abuelo materno, Francesco Salerno, parece que hubiera esperado para conocerlo ya que con casi 70 años murió cuando su nieto tenía apenas 5 meses de vida.
Solo a su abuela materna, Santa Amato, pudo disfrutarla, falleciendo ella cuando Francisco había cumplido 20 años.
La fecha de la boda de sus padres, Anna María Salerno y Antonino Lutri, tiene una particularidad: Fue un 28 de noviembre de 1869. Pero ese mismo día también se casó la hermana mayor de Anna, Francesca Salerno con Francesco Rinaldi. (¡Francesco es un nombre muy habitual en la familia como se puede ver!). Pero también un 28 de noviembre, en 1840, se casaron por iglesia los padres de Anna María y Francesca, Francesco Salerno y Santa Amato. Así que no solo casi todos se llamaban “Francesco” o “Francesca”, ¡Sino que también les gustaba casarse el mismo día!
Parece raro que Francisco sea el hijo mayor habiendo nacido 8 años después del casamiento de sus padres pero no existen en esos años hijos nacidos registrados de este matrimonio. La explicación más probable es que Anna María haya perdido uno o más embarazos en ese lapso.
Ahora una vez que nació Francisco el matrimonio de Antonino y Anna María tuvo una rigurosidad asombrosa para tener hijos en determinado tiempo. Se dice por ahí, y más en esa época, que lo ideal era que al nacer un niño se esperaran 2 o 3 años para tener otro hijo. Eso les daba “tiempo” de criar relativamente bien al pequeño hasta tener que ocuparse de un nuevo bebé. Y si además el hijo mayor era varón mejor aún ya que podría “cuidar” a su hermanita más pequeña.
Así fue que del nacimiento de Francisco en 1877 pasamos al nacimiento de una niña a mediados de 1880, Giuseppa María (Josefa María). Y para 1883 nacía el segundo hijo varón llamado Giuseppe (José) y claro, tres años después en 1886, vió la luz otra niña a la cual llamaron Santa (completando también la tradición de colocarle a las nenas el nombre de sus abuelas). El quinto hijo, varón como se preveía, llegó al mundo en 1889 bajo el nombre de Isidoro María y la sexta y más pequeña de la familia Lutri, de la que luego hablaremos por separado, nació en 1893 y se llamó María.
Las razones de la inmigración italiana
Hay diversas situaciones que fueron las causantes de la masiva inmigración italiana desde mediados del siglo XIX hacia distintas latitudes. El país acababa de unificarse en 1861 no sin antes sufrir problemas internos y guerras civiles. Y aún se acomodaba en ese sentido, con varias epidemias de por medio como el cólera, una muy lenta adaptación a la “Revolución Industrial” que había surgido con fuerza en otros países y una crisis económica que sumada a la presión demográfica por falta de tierras para cultivar hacía que el hambre y la miseria afectaran a millones de personas.
Esta situación insostenible empujó a una enorme cantidad de italianos a dejar su país. Casi 3 millones de italianos se animaron a cruzar el Océano Atlántico para venir a la Argentina. Y fue a partir de 1870 cuando comenzaron a llegar en gran número.
El caso siciliano
Además de los problemas expresados anteriormente, la isla de Sicilia en particular sumaba uno nuevo: la mafia.
Nos salimos por un momento del tema puntual de mi tatarabuelo Francisco Lutri para conocer más el contexto histórico en dónde él se desenvolvía y las razones que expulsaban a la gente de su país.
En Wikipedia (Ver autores, notas y referencias) se explica con claridad su origen:
“En la edad media y durante siglos, la región había estado organizada bajo un sistema feudal que explotaba a miles de campesinos mientras una minoría gozaba de privilegios. Estas circunstancias se consideran decisivas para el surgimiento de la mafia, en donde la conducta delictiva parece ser la única manera de obtener privilegios en una sociedad que los reservaba solo para los ricos terratenientes aliados de las autoridades políticas; pues a falta de una estructura de gobierno organizada y capaz de proteger a los habitantes de la isla, estos se vieron obligados a fortalecer los vínculos familiares como alternativa para obtener seguridad. Por esta razón los lazos de sangre son tan importantes para los mafiosos”.
“En el siglo XIX, surgió una figura clave: los gabellotti o recolectores de impuestos, que administraban las propiedades de los aristócratas. Ellos obtenían a cambio un porcentaje de las cosechas obtenidas, pero para acrecentar sus ganancias dividían las tierras en pequeñas áreas y las arrendaban a los campesinos, quienes también les otorgaban un porcentaje de la cosecha obtenida. De tal manera, los gabellotti cumplían la importante función social de mediadores entre los propietarios y los campesinos. Poco a poco se volvieron cada vez más poderosos e incurrieron en actos de corrupción: extorsionaban a los labriegos, se apropiaban indebidamente de pastizales para dar de comer al ganado y organizaban grupos de ladrones y cuatreros. Al mismo tiempo, de ellos dependía el abastecimiento de alimentos en las ciudades, lo que les permitía llevar a cabo prácticas de extorsión y especulación en el mercado. Por esta razón se les considera a los gabellotti como antecedente directo de la mafia y su manera de hacer negocios”.
“Con la unificación italiana el 17 de marzo de 1861, la situación no mejoró y las promesas de bienestar y desarrollo se vieron incumplidas. Los jóvenes eran reclutados para el servicio militar y la mayor parte de la población vivía en la miseria, a merced de la nueva clase que ostentaba el poder político y económico. Una vez más, necesitaba hallar alguna forma de protegerse del gobierno y encontrar medios eficaces de subsistencia. La naciente mafia se reveló como la posibilidad más efectiva para lograrlo, cobró mayor fuerza y se fue estableciendo como un poder alterno”.
“En 1874 los índices de criminalidad en Sicilia habían crecido en un grado alarmante. El gobierno de Italia decidió poner orden y envió a cientos de efectivos militares a la isla. El conflicto provocó la caída del gobierno conservador y la emergencia de un gobierno de izquierda en el que la mafia se hallaba bien representada. La mafia siciliana se consolidó y ofreció al gobierno restablecer la calma en Sicilia. En realidad, aprovechó la oportunidad para borrar del mapa a otros grupos enemigos. La mafia, ahora aliada del Estado, aplastó movimientos obreros y miles de personas abandonaron la isla en busca de mejores condiciones de vida, la mayoría eligió a Argentina, Uruguay y Estados Unidos”.
La situación en Mesina
Además de la situación general en italia y particular de Sicilia, la provincia de Mesina (de la que Castel de Lucio forma parte) tiene sus propias peculiaridades.
La zona donde se ubica es altamente sísmica, habiendo sido la ciudad capital de Mesina arrasada en varias oportunidades en la antigüedad. Sin irnos tan lejos en el tiempo en el que Francisco Lutri había emigrado, el 28 de Diciembre de 1908 sucedió el ultimo terremoto donde la ciudad italiana fue aniquilada. Fue el terremoto más destructivo en toda la historia de Europa y Mesina lo pagó con 60.000 muertos sobre una población de 150.000 habitantes.
Las enfermedades también tuvieron serios efectos en una región marcada por el paso del comercio internacional. Aún se recuerda la peste del año 1743 que le arrebató la vida a 43 mil personas que eran más de la mitad de la población total de la provincia.
Viendo este panorama y como pensamiento general, podemos decir que los seres humanos somos verdaderos “sobrevivientes”.
Para Francisco Lutri y tantos más, no hacía falta esperar una Guerra Mundial para huir. Existía la imperiosa necesidad de buscarse una vida digna cuanto antes.
El subirse a un barco en condiciones que distaban de ser óptimas, en un viaje que podía demorar un mes y a veces más, con enfermedades y mala alimentación, viajando a un lugar desconocido y lejano, con otro idioma y con el desarraigo propio de dejar a su familia sin saber si volvería a verla no coartaron la posibilidad de buscar una salida a una vida extremadamente complicada.
Para Francisco aparece la posibilidad que luego se hace realidad de emigrar a la Argentina, y más precisamente a nuestra ciudad de Córdoba.
La Córdoba del Siglo XIX
No se sabe con exactitud como vino el primer italiano a Córdoba y menos aún un “castelluccesi” que es un habitante de Castel de Lucio. Pero hubo un momento en que la mayoría del pueblo que emigraba elegía a Córdoba como destino. En 2013 la intendenta de Castel de Lucio contaba que había venido a conocer la provincia argentina, confirmando un dicho popular que acá hay más personas descendientes del pueblo que en el propio Castel de Lucio. ¿Porqué venían a Córdoba? Tal vez por la tierra fértil. Me tocó escuchar en charlas familiares que los recién llegados no podían creer la “facilidad” de producir que tenían nuestras tierras y que muchas veces no eran aprovechadas por los lugareños.
Lo cierto es que en Córdoba se fue armando una comunidad de personas que venían de Italia desde todas las latitudes, puntualmente de Sicilia y del propio Castel de Lucio. Muchos llegaban a la capital cordobesa y se ubicaban en las proximidades de lo que luego fuera el Mercado Norte en el centro de la ciudad. Cuenta la web oficial del mercado que:
“En esa manzana existía desde la década de 1860 y gracias a Domingo Funes la “Plaza Marchena” que tiempo después cambiaría su nombre por el de “Plaza España” (que nada tiene que ver con la actual Plaza España en Nueva Córdoba). Allí comenzaron a reunirse las carretas con productos de la tierra y comerciar con la gente de la zona. Muchos años después, el 14 de Abril de 1928, se inauguró el edificio del Mercado Norte que sirvió para alojar a los puesteros de la antigua Plaza”.
El estar cerca del Mercado tenía varias ventajas para los recién llegados, como su ubicación céntrica, el “tener comida a mano”, el poder hacer algunas changas para sobrevivir en lo que hiciera falta, el agua del río cerca y los coterráneos con experiencia previa ya instalados en la zona.
El momento del viaje y la llegada de Francisco Lutri a la Argentina es un misterio. No he podido conseguir datos certeros de su llegada a Córdoba ni de su entrada al país en barco.
Mi abuela paterna Rosa Lutri, con 90 años mientras escribo esta nota, y nieta de Francisco, recordaba el año 1885 como el de su llegada al país. Pero haciendo números no me dan las fechas porque él solo contaba con 8 años para esa época y en teoría vino de adolescente o adulto joven y sin sus padres ni hermanos al país.
Después de 1895 (no lo vi registrado en el Segundo Censo Nacional), tiempo más tiempo menos, parece ser el más probable para su llegada. El recuento indicaba que la ciudad de Córdoba estaba cerca de los 55.000 habitantes, contaba con alumbrado eléctrico y con servicio de agua corriente por la obra del dique San Roque realizada unos años antes.
También y desde 1886 una nueva ley había avalado construir un barrio residencial por excelencia y donde mi tatarabuelo daría sus primeros pasos.
Nace Nueva Córdoba
Una nota del Grupo Edisur en el diario “La Voz del Interior” y basada en “Córdoba de Antaño” (Ver nota original) cuenta así los comienzos del barrio:
“Miguel Crisol, un empresario porteño, que se había radicado en Córdoba por motivos de salud tenía sueños napoleónicos. Propuso a los funcionarios de la época trazar una nueva ciudad más allá de la zona urbana que reinaba en aquellos años. El centro, entre barrancas, solía inundarse con frecuencia y esta oportunidad se presentaba como imperdible.
Para 1887 inauguran la pomposa Avenida Argentina (Luego Hipólito Yrigoyen), que comenzaba en la Plaza Vélez Sarsfield- frente al hoy Patio Olmos- y culminaba en Plaza España.
Sumergido en el paradigma del progreso, Crisol ideó, además, un ambicioso proyecto que daría relevancia al incipiente sector de la ciudad: un parque al mejor estilo parisino, el actual Parque Sarmiento, diseñado por Carlos Thays en 1888 (y que recién fuera inaugurado en 1911).
Nueva Córdoba comenzaba a delinearse con sus avenidas y calles, cuando la quiebra visitó la puerta de Crisol. Y junto con la suya, la de la ciudad entera. La crisis de 1890 frenó súbitamente el crecimiento del barrio que años después resurgiría”.
En esos años, y salvo algunas etapas, Córdoba tuvo un notable crecimiento. Se pavimentaban calles, se construían puentes, se ornamentaban las plazas, se construían veredas, se trazaban avenidas y bulevares, más el diseño de viviendas con jardines y otros adelantos que delataban la presencia de un estilo europeo y la impronta de sus constructores inmigrantes.
En los primeros años del siglo XX, además de los contingentes llegados del exterior se debe sumar el creciente movimiento migratorio interno de personas que dejaban el campo para instalarse en la ciudad. Así la zona urbana de Córdoba llegó a las 135 mil almas para 1914.
El “Nono” se busca la vida
Volviendo a mi tatarabuelo Francisco Lutri y según las memorias de su nieta mayor, su abuelo llega al país con “un baúl de esperanzas pero sin mucho dinero”. “¿Qué hacer entonces en esta bendita tierra, un agricultor labriego por excelencia, sin campo?”.
“Se organizan con un compañero de viaje también inmigrante y deciden vender naranjas en la zona del flamante barrio de Nueva Córdoba. Para el canasto y las naranjas les alcanzaba, entonces así empezaron”.
Entre su idioma siciliano y el castellano local aparecía el “cocoliche” para hacerse entender, bastante usado en esos años.
Y continúa mi abuela en sus memorias: “Con el tiempo, comprando y vendiendo lograron lo mejor que le puede pasar a toda persona: ganarse la admiración y el respeto de su clientela”.
“Entre esa clientela se destacaba el señor Di Motta quien le ofrece su quinta a este gringo laborioso, en donde hoy se ubica barrio Rosedal, para que la atendiera como suya. Con el acuerdo de las dos partes, o sea el orgullo por el fruto de su trabajo y el empleador de haber logrado la máxima felicidad y anhelo de su empleado se traslada Francisco a trabajar su campo”.
Mientras pasaban los años con Francisco ya instalado en Córdoba, la vida de su familia seguía transcurriendo en Italia. El 17 de Noviembre de 1902 fallece su madre Anna María y dos años después (25 de Julio de 1904) también su joven hermano Giuseppe con tan solo 20 años. A fin de ese año, en Castel de Lucio, se casa su hermana Santa con Giuseppe Giordano y ambos organizan su viaje para instalarse en Córdoba.
Francisco ya no estaría solo en términos familiares. Además en Córdoba y unos días antes de las fiestas patronales de San Plácido en Castel de Lucio, conoce a una joven paisana suya, Rosa Antonina Picone, con la cuál se casa el miércoles 8 de Agosto de 1905 en la Catedral Nuestra Señora de la Asunción. El contaba con 27 años y su esposa con casi 15, edades que hoy nos alarmarían pero que eran normales en los casorios de aquellos años.
Su hermana Santa, ya instalada en la ciudad cordobesa con su flamante marido , da a luz el 17 de diciembre de 1905 a su primer hijo (y primer nieto del viudo y padre de Francisco, Antonino Lutri que sigue en Italia) al cual llaman también como “Francisco”.
Para mediados de Junio de 1906 nace en Córdoba el primer hijo de Francisco Lutri y Rosa Picone, Antonio (o Antonino como su abuelo), mi bisabuelo y al cual llegué a conocer.
Pasando en limpio, en el año 1907, de la familia de Francisco vivían 3 hermanos y su papá en Castel de Lucio. Y él y su hermana (con sus flamantes parejas) en Córdoba.
Entonces pasa algo genial para todos los que hacemos genealogía. Aparece en un archivo italiano la llegada de un barco a Buenos Aires el 8 de Septiembre de 1907. Allí venía una familia de cuatro integrantes que había viajado en tercera clase desde el puerto de Génova hacia la Argentina: ¡Efectivamente era la familia de Francisco!.
Su padre, viudo de 57 años, y sus 3 hermanos restantes: Giuseppa (26 años), Isidoro (17 años) y María (14 años) habían cruzado el Atlántico para juntarse con el resto de la famila.
Nunca sabré el porqué. Pero lo cierto es que éste fue un viaje temporal para tres de los cuatro, que regresaron a Italia tiempo después. Tiendo a creer que éste viaje tenía dos fuertes razones para que el “Jefe de Familia” Antonino Lutri lo llevara a cabo pese a ser un hombre ya mayor: conocer a sus pequeños nietos nacidos en Córdoba y dejar a su hija menor, María, a cargo de su hijo mayor Francisco.
Los nietos de Antonino hasta allí eran dos: Su homónimo, y primogénito de Francisco, que ya pasaba el año de vida y Francisco Giordano (hijo de su hija Santa y el mayor de los nietos) que cumpliría 2 años en diciembre. Pero además Santa, estaba embarazada y dos semanas después de la llegada de su padre y hermanos al país, el 20 de septiembre de 1907 daba a luz a Antonino Giordano. En solo un momento, el “Viejo” Antonino, ¡Se daba el gusto de conocer a sus 3 nietos cordobeses!.
El tema de María, la menor de los hermanos Lutri, tenía que ver con su intención de ser monja tal como lo cuenta mi abuela en otro tramo de sus memorias y que merece una mención aparte.
Monja de Clausura en el Buen Pastor
“Pero aún le quedaba a Francisco, la meta de hacer entrar a un convento a su hermana María, pesada realidad ya que hacía falta una dote y ellos no podían ofrecer nada”.
“Entonces es nuevamente el Señor Di Motta, ya amigo de la familia, que con sus influencias logra ubicar a María en la Congregación de Monjas de Clausura del Buen Pastor”. Otra vez el barrio Nueva Córdoba en la historia de Francisco.
Pero antes de saber la vida que llevaría María Lutri, sacrificada y desinteresada por los demás, recurro nuevamente a Wikipedia (Ver sus autores y referencias) y a un anuario de Historia Virtual para conocer parte de la historia de un lugar emblemático en Córdoba.
“El edificio fue construido entre 1897 y 1906 para la orden de las hermanas de Nuestra Señora de la Caridad del Buen Pastor de Angers y destinado a ser un centro correccional de mujeres y menores. Durante casi 100 años este lugar funcionó como asilo y cárcel correccional de mujeres. En el año 1888, un grupo de religiosas francesas pertenecientes a la congregación “Nuestra Señora de la Caridad del Buen Pastor”, crean el “Taller de la Sagrada Familia” en donde protegían y educaban a niñas pobres y huérfanas. Como resultado del buen desempeño de esta obra, en 1892 el gobierno provincial dispone a las religiosas hacerse cargo de la atención y dirección de reclusas, y para ello las autoridades donan en 1896 un terreno para llevar a cabo el asilo. En 1905, el arquitecto José Montblanch planea la cárcel de mujeres y la capilla, y lleva a cabo el Proyecto”.
Ésta institución de Monjas de Clausura (Con los años cambiada a Media Clausura) y la cárcel de mujeres donde ingresó María Lutri, tiene algunos fragmentos bien explicativos en el “Anuario de la Escuela de Historia Virtual” – Año 6 – N°7 – 2015: pp. 37-53:
“Un proyecto correccional femenino. Universo social y lógica institucional de la Cárcel del Buen Pastor, Córdoba 1892-1910” de Ornella Maritano y Melina Deangeli (Universidad Nacional de Córdoba).
“El período analizado corresponde al momento inicial de este proyecto que establecemos en 1892, cuando la Orden recibió del Gobierno de la provincia de Córdoba la administración de la Cárcel. El recorte temporal finaliza en el año 1910, momento en el que culminó, en el nuevo edificio, la construcción del departamento de penitentes reservado para las asiladas que quisieron continuar, una vez cumplida su pena o estadía en la cárcel o asilo, vinculadas a la Orden. La creación de ese departamento permitiría situarnos en una nueva etapa de este proyecto, ya que las mujeres corregidas podrían ser parte del mismo como agentes de corrección”.
“A partir del momento en que le es conferida la administración de la cárcel de mujeres a la Orden, esta última quedó a cargo de dos instituciones: la Escuela Práctica de Niñas Pobres y la Cárcel Correccional de Mujeres, que funcionaban de manera contigua con el escaso personal que tenía la Orden en la ciudad. La Escuela estaba destinada a la educación de niñas “para el servicio y dirección económica de una casa” y albergaba, de manera temporal o permanente, a niñas enviadas allí por sus padres, por el Defensor de Menores o por la Conferencia de San Vicente de Paul.
A partir del traspaso al edificio construido en Nueva Córdoba –entre 1899 y 1900– y en virtud de la sanción del Reglamento de la Cárcel Correccional de Mujeres y Asilo de Menores del Buen Pastor –en marzo de 1900– es posible inferir que la Escuela Práctica es transformada en Asilo de Menores, situación que no afectó el espíritu de la obra. Por su parte, la Cárcel Correccional albergaba a mujeres, tanto mayores como menores de edad, remitidas a la institución por la Policía, por la Justicia o por autoridades domésticas.
En razón a su doble papel de Asilo y Cárcel Correccional y en virtud de la diversidad de autoridades que podían remitir a las mujeres y niñas a la institución, sostenemos que la misma habría alojado a una población que presentaría, como notas características, una importante heterogeneidad etaria, por un lado, y una homogeneidad de clase, por el otro. Las correspondencias e informes elevados por las religiosas al Ministerio de Gobierno dan cuenta de esa heterogeneidad. En el año 1894 la institución contaba con 34 niñas en la Escuela Práctica y 28 presas; diecisiete años después, en el año 1911, en cambio, es posible observar en un informe sobre los movimientos de la cárcel el ingreso anual de 107 mujeres mayores procesadas y penadas, 565 remitidas por la policía y 224 menores remitidas por el Defensor.
Los cuadros confeccionados por la Dirección, que datan del año 1900 en adelante, permiten comprobar el ingreso de mujeres de una amplia franja etaria, desde menores de quince años hasta mayores de cincuenta años, destacándose especialmente, la cantidad de ingresos de mujeres de la franja entre veintiuno y treinta años; así como la predominancia de mujeres solteras, con un amplio margen de ventaja sobre las mujeres casadas, siendo las mujeres viudas las que registraban menor cantidad de ingresos. La Dirección de Estadística recoge, además, la causa de entrada a la institución, la actividad laboral declarada por las mujeres y la nacionalidad. Si bien no parece haber existido una regularidad en los criterios para tomar los datos, puesto que las categorías utilizadas varían con el correr de los años, es posible extraer información relevante sobre las mujeres que allí se alojaron.
Los datos exhiben una gran cantidad de ingresos de mujeres cuyo oficio era sirvientas o lavanderas. A partir de 1906 encontramos una mayor presencia de mujeres catalogadas como vagas y prostitutas, desplazando al segundo lugar a las mujeres que trabajaban en el servicio doméstico. Las mujeres que realizaban las actividades de cigarreras, comerciantes u obreras industriales –que permiten pensar, a la luz del contexto económico de Córdoba, en relaciones laborales más estables y con mejores ingresos– presentaban pocas entradas a la institución. De la totalidad de ingresos que registra la cárcel desde 1900 a 1910 la gran mayoría de ellos correspondía a mujeres de nacionalidad argentina, constituyendo las extranjeras un porcentaje insignificante. A modo de ejemplo, para el año 1907 (Año en que llega una joven María Lutri a Córdoba) de un total de 513 ingresos, 226 corresponden a mujeres de entre 21 y 30 años, siendo 366 solteras y 494 argentinas.
La “Hermana Sor María de Jesús”
María Lutri, para entonces “Hermana Sor María de Jesús” vivió allí en la institución sobre Avenida Hipólito Irigoyen (antes y hasta 1936 denominada como Avenida Argentina) hasta su muerte más de medio siglo después.
Mi abuela contaba en sus memorias y en anécdotas de su vida que varias veces pudo visitar a su tía abuela María en el Buen Pastor con alguna de sus tías o con la “Nona” Rosa (Rosa Picone, cuñada de María Lutri). “Al principio los visitantes quedaban separados de ella por una reja cuadrangular que tenía no más de 10×10 centímetros y no podíamos verla sino que solo alcanzaba para darse la mano”.
Ese recuerdo de niña de solo poder verle la mano a su tía abuela “Sor María” le quedó grabado a fuego a mi abuela que me contó ésta anécdota muchas veces y que luego completaba en sus memorias:
“Con los años la institución pasó a ser de media clausura y ahí ya recibían a las visitas en una antigua sala muy coqueta y limpia y dejaban llevar regalos o ropa de abrigo. El hábito que usaba María y las hermanas de esa congregación era blanco con un manto marrón. La “Nona” le tejía unos hermosos sacos para ponerse debajo porque los lugares de trabajo con las presas eran muy fríos”.
“Se cumplieron los sueños de María y de su hermano Francisco por haberla ayudado a ingresar allí, que fue el mejor regalo que el Señor pudo hacerle a estos hermanos”.
Una persona que buceaba en la web de Family Search, tiempo después de escribir yo esta nota, encontró y me envió una carta de ingreso al país con fotos individuales desde Montevideo en una salida que habían hecho hermanas de la congregación donde al fin pude ponerle un rostro a la menor de las Lutri!
Siempre agradecido con esos gestos desinteresados.
Que fue de la vida de su familia siciliana
Luego de dejar a María en Córdoba, el padre y dos hermanos de Francisco volvieron a Castel de Lucio en Sicilia. ¿Qué fue de la vida de ellos?
Pude saber por actas encontradas que Giuseppa María Lutri nunca se casó y es probable que se haya quedado cuidando a su papá Antonino. Sin embargo murió joven, con 37 años de edad, el 23 de Febrero de 1918 unos meses antes de que finalizara la Primera Guerra Mundial.
Su padre Antonino la sobrevivió falleciendo años después, el 12 de Febrero de 1926, con casi 76 años.
El otro hermano, Isidoro María se casó en 1915 con Francesca (¡No falla el nombre en la familia!) María Scalzadonna. Parece que unos años estuvo de nuevo por Córdoba y murió mucho tiempo después, el 19 de Febrero de 1971 con 81 años en la localidad de Lastra a Signa, en Torino (Italia).
La familia cordobesa de Francisco y el sueño del campo propio
De la unión con Rosa Picone y Francisco Lutri nacen 10 hijos en Córdoba. El ya nombrado Antonio en 1906, luego dos bebés que fallecen al nacer y sucesivamente María, Anunciación, Santa, Plácido, Salvador, Josefina y Rosa Ana que si llegan a adultos.
La adquisición de tierra propia para cultivar le llega a Francisco tras muchos años de trabajo como cuenta su nieta: “Así, con sudor y llanto por la nostalgia de haber dejado a su familia en Castel de Lucio, Francisco logra tras 15 años de trabajo sacrificado y honrado comprar una quinta”.
Toda la familia colaboraba en esos quehaceres: “Su hijo Antonio de 10 años (sería por 1916), con la ayuda de su abuelo materno (Giuseppe Picone) desmontan el campo y pueden hacerlo habitable”.
Pero tener el campo propio no era el fin de la historia. “Pasaron los años en su campo tan deseado, pero el día a día no fue fácil. Se preparaba la tierra, se sembraba y a veces cuando no llovía se perdía todo y había que esperar la próxima cosecha”.
Mi abuela cierra sus memorias sobre su abuelo Francisco Lutri y familia diciendo: “Que hermosa historia para contarles a nuestros hijos de como fue su ardua lucha para llegar al propósito de su vida de tener algo propio cuando las manos estaban vacías de dinero pero cargadas de empeño y ganas de trabajar. Siempre comenzar fue difícil y más aún sin ayuda”.
Francisco Lutri vivió el resto de su vida en Córdoba y falleció el lunes 22 de Diciembre de 1952 cuando tenía 75 años rodeado de 8 hijos, 17 nietos y un par de bisnietos que luego se multiplicarían y traerían al mundo a decenas de tataranietos entre los cuales me incluyo cuando escribo esta nota.
El certificado médico del Dr. José F. Iudicello (otro “paisano” de Castel de Lucio) daba como causa: “Arterioesclerosis, insuficiencia coronaria e infarto miocardio”. Fue velado en su casa de calle Bedoya (Este) número 84 con el Servicio de la empresa Juan Caruso. Sus restos aún descansan en el panteón familiar del Cementerio San Jerónimo.
Ese lunes, cuenta el periódico del día siguiente, estuvo caluroso en Córdoba con casi 30 grados de temperatura por la tarde, 8 grados arriba de lo normal, aunque venía aire fresco marítimo desde el sudeste. Luego se nubló y hubo algunos chaparrones en las sierras con descenso de temperatura.
Así termina la historia de vida de un “Gringo” laburante como tantos otros que cambió su país de origen por la Argentina y sin ser un “superhéroe” logró sacar adelante a la familia y llevar merecidamente una vida en plenitud. En los años 90, y ya en avión, dos de sus nietas viajaron a Italia y fueron puntualmente a conocer Castel de Lucio y a algunos parientes que quedaron allí. La localidad, tal como lo resume una nota de “Voy de Viaje” (de 2013) parece haber cambiado poco en todos estos años:
“El pueblo tiene una superficie de 28,37 kilómetros cuadrados que acogen a una población de 1.423 habitantes, según el censo de 2008. Fue fundado en 1421, en torno a un castillo- defensa del valle de Tusa y estuvo bajo la jurisdicción de Mistretta hasta el siglo XVIII cuando se le otorgó el rango de municipio autónomo.
Un único bar, abre sus puertas sólo a los hombres. Las mujeres, vestidas aún de riguroso negro, dedican sus vidas a la familia. Así, las abuelas diariamente se enfrentan a telares o lienzos para bordar, de los cuales resultan numerosos manteles que tienen como destino los ajuares de hijas y nietas.
Los hombres se dedican a la cría de ovejas y ganado y a la producción de olivares y limoneros, productos acordes a la agreste topografía. Llama la atención la notable ausencia de jóvenes, que en su mayoría emigran al norte del país para estudiar o trabajar.
Estas son escenas cotidianas pero que a los ojos de los viajeros instalan un déjà vu por tantas películas de factura italiana que representan esas postales costumbristas de la península. Paisaje, pueblo y gente, todo, permanece detenido en el tiempo”.
Igual que el recuerdo del “Nono” Francisco Lutri, un siciliano audaz que se animó a cruzar el océano para empezar una vida desde cero y que hoy nos tiene como orgullosos protagonistas.
Por Nicolás A. Arata – Nota de archivo (12/10/2020)