LA FAMILIA

En el armado de la genealogía familiar uno mismo puede comenzar colocando su propio nombre y apellido, su fecha de nacimiento y demás información relevante sin problemas. Luego se debe seguir con los mismos datos para sus padres, algo que generalmente se logra sin ayuda. Qué nació tal día, en tal lugar y su profesión era tal otra y así sucesivamente.

Al seguir con la rama de los abuelos suelen aparecen las incertidumbres. “¿Cómo se llamaba la “Nona” en realidad?, ¿Es cierto que nació en otro país pero vino de muy pequeñita a la Argentina y nunca lo contaba?, ¿Es verdad que él “Tata” tenía dos nombres además de Juan?, ¿En que Iglesia se casaron los abuelos?, ¿Es real que eran primos hermanos?, ¿Así que la abuela tuvo una hermana mayor con su mismo nombre que falleció antes de nacer ella?.

Éstos son sólo ejemplos de cuestiones por ahí muy básicas en la vida de una persona y que a veces desconocemos. Los sobrenombres o apodos también suelen jugarnos una mala pasada al “esconder” el nombre real de un ser querido. Allí es donde la familia e inclusive algún allegado a la misma juega su rol más importante al descubrir algunas historias e información de primera mano.

Si uno comienza ésta increíble aventura de armar su propio árbol genealógico siendo joven y teniendo aún en vida a sus padres, tíos, abuelos y demás hay que aprovechar para involucrarlos y que nos guíen sacándonos todas las dudas posibles.

Si bien los recuerdos no son infalibles, una mera anécdota puede llevarnos a resolver un acertijo de éstos que aparecen a cada rato en nuestras investigaciones y que parecen no tener solución.

Eso me pasó a mí buscando la fecha de defunción de una tatarabuela:

“Siempre le preguntaba a mi abuela, ya de edad avanzada y la pobre con algunas lagunas en su mente, cuando había fallecido su abuela paterna Catalina Soriano para poder buscar su acta de defunción en una fecha más o menos cierta.

Sólo me había contado que su propia abuela falleció cuando ella era una niña, que era “Genovesa”, y que seguramente habría muerto en Uruguay donde ellos vivían en esa época y de donde es originaria esa rama de mi familia.

Cuando parecía que iba a ser imposible tener algún dato más al respecto mi abuela recordó algo y me dijo: “Si te puedo decir que cuando la abuela falleció, “Mema” (que era la hermana mayor de mi abuela) tenía unos 8 años”. Ese sólo dato ya me dio una fecha probable: debía buscar a fines de 1929 o a comienzos de 1930.

Unos meses después pude corroborar con el Registro Civil de Montevideo, en Uruguay, que mi tatarabuela Catalina (Caterina de nacimiento) había finalmente fallecido el 4 de febrero de 1930. ¡Mi querida abuela tenía razón con un recuerdo personal de más de 80 años!”.

Siempre hay una “oveja negra” en la familia

También es cierto que a veces aparecen familiares no muy dispuestos a colaborar ni querer “revolver el pasado” y es ahí dónde el ingenio de cada uno servirá para intentar lograr el cometido. Siempre habrá gente dispuesta a ayudarnos y gente que se irá a la tumba con información valiosa para nuestra genealogía.

Por ser un tema “Tabú”, por preferir esconder una verdad que no quieren que se sepa, por celos de historias pasadas, por falta de interés o desconfianza y a veces hasta por simple capricho.

Aunque a todo genealogista entusiasta no nos guste que nos escondan información relevante, tal vez no quede otra que respetar el silencio de esa persona y seguir buscando por otros lados. A lo mejor esa puerta que se cierra nos abra otra mucho más interesante.

La familia es entonces la primera herramienta genealógica, el puntapié inicial, y en algunos casos fundamental, para conocer a nuestros ancestros y así ir construyendo los primeros bosquejos de nuestro árbol genealógico. Les recomendamos entonces aprovechar a los mayores de cada una de nuestras familias para que nos cuenten todo lo que sepan!

                                                                                  Por Nicolás Arata (BuscAncestros)


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