LOS CEMENTERIOS

Los Cementerios cumplen una función muy importante en cada ciudad o pueblo siendo los sitios donde reposan los restos mortales de las personas. Además de cumplir su labor sanitaria y de higiene son parte fundamental de cada pueblo y en su recinto llevan consigo historias, mitos, costumbres y anécdotas sobre las personas que allí descansan en un entorno, que pese a la muerte, va mutando a medida que pasa el tiempo. Los más ornamentados son una especie de museo al aire libre que vale la pena conocer al menos de forma pedagógica.

Para principios del siglo XIX, en las ciudades occidentales, era muy común enterrar a los fallecidos en las iglesias, generalmente en un terreno aledaño destinado a ello e inclusive dentro de la misma si se trataba de alguien de renombre.

Claro que llegó un momento que el crecimiento demográfico hizo que estos lugares no dieran abasto y empezaran a estar saturados de cuerpos y ser peligrosos ya que sus afluentes podían contaminar el agua potable y esto empeorar las ya traumáticas epidemias de cólera y enfermedades diversas que se daban cada tanto.

Se originan los cementerios modernos

En la Francia de Napoléon Bonaparte se utilizaban las famosas catacumbas bajo tierra donde se depositaban los huesos de los difuntos. Pero ésto con el correr de los años no fue una solución adecuada al “problema de los muertos”.

Siendo la autoridad máxima ordenó construir cementerios a las afueras de París con diseño de jardines y decorados. Proclamado emperador el 18 de mayo de 1804, tres días más tarde inauguró el cementerio más importante de Francia: El Cementerio Père Lachaise (Padre Lachaise).

Este lugar cuenta una historia al menos curiosa para los argentinos. El tucumano Juan Bautista Alberdi, considerado como el “Padre de la Constitución Nacional” falleció en París el 19 de junio de 1884. El jurista, que había comprado previamente una tumba con lápida y busto, nunca fue llevado allí y unos años después sus restos fueron repatriados a la Argentina. Éste cenotafio aún existe y como si esto fuera poco, en el famoso Cementerio de la Recoleta, nacido como Cementerio del Norte, en Buenos Aires también tiene otra tumba vacía que sirve más como monumento ya que sus restos descansan en la ciudad que lo vio nacer en el norte del país.

Unos años antes que en Francia, el 7 de julio de 1785 se bendijo e inauguró el Real Sitio de San Ildefonso, el cementerio civil más antiguo de España. Ordenada su construcción por el Rey Carlos III demoró dos años en abrir sus puertas. Una epidemia de peste en la localidad de Pasajes (En Guipúzcoa) en 1781, hizo que una gran cantidad de cadáveres fueran enterrados en la Parroquia del lugar lo que hizo que el olor en la iglesia fuera insoportable e insalubre empujando la decisión para que se cambien las formas de inhumar.

Las reglas dadas por el soberano para este nuevo cementerio decían que había que situarlo en un lugar aislado, rodeado por un muro perimetral, lejos de las personas vivas y con buena ventilación. Carlos III murió unos años después, el 14 de diciembre de 1788 pero su cuerpo no fue a parar al flamante cementerio sino a la Cripta Real del Monasterio de El Escorial.

En Sudamérica, que aún estaba mayoritariamente bajo dominio español, el Virrey José Fernando de Abascal inauguró el histórico Cementerio Museo General “Presbítero Matías Maestro”. Fue el 31 de mayo de 1808 en la ciudad de Lima, capital del Perú.

En Argentina se fundó el nombrado Cementerio de la Recoleta que fue inaugurado el 17 de noviembre de 1822 en la ciudad de Buenos Aires.

En una nota del diario “Página 12”, del 21 de octubre de 2006, “Los camposantos que tapó la ciudad” se habla de 40 cementerios de otras épocas debajo de la actual Buenos Aires.

Para finales del siglo XVI, los primeros porteños, eran enterrados en tumbas dentro de las iglesias. Luego se abrieron camposantos pegados a las iglesias ante el incremento de la cantidad de muertes, y finalmente se crearon los cementerios, con la llegada de varias epidemias, a principios del 1800.

“En el cementerio de la Recoleta funcionó un camposanto, la huerta y los jardines de los monjes recoletos. Este lugar fue el primero de los entierros públicos que tuvo la Capital Federal. Desde entonces, las familias más tradicionales de Buenos Aires eligieron este lugar para levantar suntuosas bóvedas, que perduran hasta hoy”.

Cementerio de la Recoleta, Buenos Aires (Foto de Samuel Boote).

Antes, entre fines de 1820 y principios de 1821 había abierto sus puertas el Cementerio Británico de Buenos Aires que fue una idea de comerciantes ingleses ante la necesidad de contar con un lugar donde pudieran inhumar a personas no católicas (más bien protestantes).

Nace el cementerio en la ciudad de Córdoba

Cuenta la autora del libro “La muerte en Córdoba a fines del siglo XIX” (1999), Liliana Pereyra, que probablemente desde su fundación en 1573, el primer cementerio de la ciudad de Córdoba haya sido el dependiente de la Capilla del Convento Franciscano (ubicado entre las calles Buenos Aires, Corrientes, Entre Ríos e Ituzaingó) creado en 1595. Además en tiempos posteriores se sabe que contaban con un sitio para enterrar cuerpos, la Iglesia Catedral y todos los conventos de monjas de clausura, el Hospital San Roque y la Iglesia del Pilar.

Fuera de los camposantos existentes partes de la iglesia, rememora el historiador Efraín Bischoff en “Historias de los Barrios de Córdoba”, que “El primer intento de construir un cementerio en la ciudad lo realizó el Marqués Rafael de Sobremonte en 1789 siendo Gobernador – Intendente de Córdoba del Tucumán y que inclusive se presupuestaron los costos de dicha obra pero no llegaron a hacerse efectivos”.

En 1813 hubo otro intento de fundar un cementerio pero la negativa del cabildo y la idea de usar el dinero en otras cuestiones en teoría más urgentes volvieron a postergar la obra.

El Cementerio San Jerónimo

El escritor cordobés, Pablo Fogos narra en su blog una interesante nota que pinta los  pasos previos a la fundación del nuevo cementerio de la ciudad. “Cementerio San Jerónimo de Córdoba (Argentina), Datos históricos, Leyendas y Anécdotas”. Repasamos algunos fragmentos:

“Córdoba en 1838 tenía 14.188 habitantes y dicen las crónicas que una epidemia de escarlatina en ese mismo año diezmó la población e hizo pensar a la autoridad en la fijación de un perímetro único para cementerio. Con laudable criterio el Gobernador López solicitó la opinión autorizada de dos médicos antes de proceder ejecutivamente.
Son interesantes los informes de los técnicos Dres. Pablo Pastor y Enrique Gordon, porque traducen ideas y doctrinas originales aplicadas al caso “sub-judice”.
No estuvieron conformes los médicos con la elección del lugar y así se vio postergada la fundación.
Fue necesaria otra epidemia, esta vez de viruela, para dejar definitivamente establecida esta obra social.
En 1843 aquel flagelo azotó a Córdoba y fueron tantos los fallecidos que los “párvulos eran llevados a los cementerios de los conventos en las bateas que servían para la venta de empanadas”, dice Ignacio Garzón en “Crónica de Córdoba”. T. 3, pág. 150.
El 19 de abril de 1843 el Poder Ejecutivo ordenó la creación del actual cementerio bajo la advocación de San Jerónimo.
Su superficie encerrada entre muros de mampostería medía 65.000 m2 y hallábase entonces en despoblado y hacía el poniente de la ciudad. Sobre su emplazamiento y en razón de la orientación y naturaleza del terreno, el higienista cordobés Prof. José M. Álvarez expresa su opinión favorable “porque a ello, dice, ha precedido un perfecto conocimiento de la localidad que iba a servir”. (José M. Álvarez: La lucha de la salud, pág. 13 Libro 155. Año 1838, Letra A). Su inauguración y entrega al servicio público tuvo lugar el 15 de septiembre de 1843 y por casi medio siglo fue el único cementerio que tuvo la ciudad.
En él habíanse inhumado hasta 1858, según cifras dadas por el Dr. Álvarez, 11.141 cadáveres.
Desde 1858 hasta la fecha del 15 de septiembre de 1916, según Dr. Félix Garzón Maceda, el cementerio San Jerónimo ha recibido 10.437 cadáveres más, según los datos oficiales.

Reserva Cultural

En una nota aparecida en la Revista Matices (Córdoba, 2014) se explica del trabajo que llevaba adelante la arquitecta Lucía Fernández quién desde el 2008 junto a un grupo de investigación de la Universidad Nacional de Córdoba (UNC) abordaban la temática de los cementerios parque y su relación con otros espacios que se cuentan a continuación:

“Junto con los edificios, fueron cambiando los rituales. En el pasado la muerte era algo doméstico, en casa. Ahora se muere en hospitales, en clínicas del dolor. Los velatorios se realizan en funerarias y los entierros en cementerios parque donde no hay grandes tumbas, sino más bien pequeños espacios homogéneos donde la muerte queda olvidada. Muy diferente de los grandes mausoleos del pasado donde los más adinerados seguían ostentando luego de muertos”.

“Las tumbas son los elementos materiales que nos remontan a los orígenes de la humanidad. Si hay algo que distingue al hombre de los otros seres son los enterramientos y han ido variando enormemente. Muy antiguamente, con los romanos y los griegos, era fuera de la ciudad. Los muertos entran a las ciudades con las cruzadas, cuando la gente empieza a levantar edificios de carácter religioso.

A partir del positivismo comienza un gran movimiento en contra de los olores y se pretendió sacarlos de la ciudad. El gran siglo de los cementerios es el XVIII, donde aparece un quiebre entre las tipologías de los cementerios. El área protestante es muy austera en sus ritos y manifestaciones y eso se reproduce en los enterramientos, parques, lápidas, cierto grado de uniformidad en la arquitectura funeraria. Mientras que en el latino, fundamentalmente en Europa, Italia, Francia y España, empieza a tomar valor importante de representación de status, de poder, de conmemoración. Aparecen estos grandes cementerios con enormes mausoleos que van proyectando los distintos estratos sociales”, relata Fernández.

“De este modo, mediante la ubicación dentro del cementerio se podía detectar a las familias acomodadas. Por ejemplo en Córdoba, en el Cementerio San Jerónimo las familias típicas de la docta están ubicadas en las avenidas centrales, luego viene la clase media y en los nichos de la periferia, cemento desnudo y acaso alguna placa que recuerde, los sectores populares.
Hasta que llegaron los parques con su total homogeneidad, para borrar la muerte de la vida. “Se quiere que el hecho pase rápido. Pero los cementerios son un resguardo de memoria, de identidad. Uno es, mientras recuerda. Si se pierden los cementerios que tienen una memoria de la ciudad, se va a perder una parte de la identidad muy importante.
Desde el grupo buscan llegar a realizar una publicación sobre estos temas. “La idea es instaurar a los cementerios como un punto de enorme simbolismo en la ciudad en la cual uno puede leer la historia de las ciudades. Y generar el interés por estos espacios a nivel institucional e individual. El cementerio es un archivo viviente”, concluye la Arquitecta Lucía Fernandez”.

El San Jerónimo

“Todas las ciudades producto de las colonias españolas han tenido una planificación muy importante. Todas han seguido la forma de cuadrícula. La localización del poder político, el poder religioso, la plaza mayor. Y los cementerios también se han regido por leyes de este carácter. El San Jerónimo tiene una cosa rara. Si ves un mapa de Córdoba vas a ver que el cementerio está girado, no sigue la cuadrícula, está rotado a 45 grados. Y el trazado del cementerio es una cruz con las avenidas principales y en el centro un lugar simbólico donde está la representación de Cristo y después se trabaja con las diagonales del cuadrado. Se puede leer muy claramente en la espacialidad del cementerio la constitución social de los muertos y los distintos momentos arquitectónicos. Aparecen los grandes panteones de las colectividades. La Sociedad Española, Unione e Benevolenza y algunos elementos institucionales, las FFAA, la policía, gremios, sindicatos“.

El Cementerio de los disidentes

El cementerio “Del Salvador” o “de los disidentes” (disentían en las creencias) se encuentra pegado a la izquierda del San Jerónimo.

Cuando éste último fue creado en 1843, sólo era utilizado para aquellas personas fallecidas que profesaban la religión católica ya que el derecho canónigo tenía prohibido la inhumación de disidentes en los camposantos católicos. Tuvieron que pasar más de 20 años para que una ordenanza municipal, en 1864, determinara un terreno para su utilización.

Los “disidentes” generalmente eran protestantes y pertenecían a países como Inglaterra, Escocia, Alemania o Estados Unidos. La llegada masiva de inmigrantes al país y por ende a Córdoba hizo que el cementerio comenzara a tener un mayor empleo. La primera muerte registrada fue el jueves 26 de agosto de 1880.

También el cementerio “Del Salvador” albergaba a suicidas que no podían ocupar el camposanto y a personas de logias masónicas (no religiosas) o aquellos que habían solicitado ser inhumados directamente en tierra.

Antes de que se pusiera en marcha éste cementerio en Córdoba, varios fallecidos no católicos habían sido trasladados por tren a la ciudad de Rosario (Provincia de Santa Fe) donde los ubicaron en cementerios protestantes que ya existían allí desde unos años antes. Cuentan que también se utilizó el predio de un cacique, que estaba situado al este de la ciudad de Córdoba y que alquilaba su tierra para esos fines.


Los cementerios y la genealogía

Muchos cementerios en las grandes ciudades son muy llamativos ya que han sido parte de un ingenioso trabajo de arquitectos, escultores, artistas, jardineros, etc. Todo lo realizado hace que además sean importantes para la genealogía ya que cuentan con información valiosa.

No sólo por los mismos registros con que cuenta un cementerio puntual y que pueden tener no sólo una fecha de defunción sino también de nacimiento, de matrimonio, etc, sino también por el caso de grabados recordatorios en panteones, lápidas, ataúdes, cofres o monumentos como vemos en la imagen a continuación.

Éstas leyendas grabadas como recordatorios en los cementerios tienen nombres, fechas, frases, notas y a veces hasta fotos que siempre nos cuentan cosas interesantes de las personas que yacen allí. Claro que las mismas no son eternas y mientras haya algún descendiente que las mantenga suelen estar bien pero en el caso contrario, además de su deterioro, con los años suelen ser quitadas o reemplazadas.

En el caso del Cementerio San Jerónimo, ha tenido épocas de esplendor y otras de mucho descuido que realmente dan tristeza y piden a gritos la intervención estatal para mantener en pie éste monumento histórico que es parte de la rica historia de Córdoba.

Otros cementerios cordobeses

Si hablamos del San Jerónimo como el ícono de los cementerios de Córdoba no podemos dejar de nombrar al que vino después y que tiene también una importante historia: el Cementerio San Vicente que se ubica en calle Soto sin número y es el más grande la ciudad.

Cuenta Efraín U. Bischoff en “Historia de los barrios de Córdoba”:

“Que en una época los enfermos de lepra no estaban atendidos y que incluso se los evitaba y que el primer Intendente Municipal de la ciudad, Juan Manuel La Serna (1883-1887) hizo construir unas 10 habitaciones en “las altas barrancas del sudeste a inmediaciones de la Estación del Ferrocarril a Malagueño”, a la entrada de San Vicente, refugio inaugurado el 16 de agosto de 1884 y puesto al cuidado de las señoras de la Conferencia de María de la Merced. Pero como la cantidad de enfermos aumentara, se los trasladó el 19 de julio de 1889, a los altos de San Vicente, frente al cementerio, contando con el auxilio económico de la Municipalidad.

Para entonces, la necrópolis había sido mudada de lugar. A comienzos de 1888 se lo colocó en región más apartada, habiendo obtenido la licitación para construirlo Carlos Véneta, de acuerdo a la “Memoria” del Intendente Municipal Luis Revol, de 1889. Así se cumplía la ordenanza del 10 de octubre de 1887, cuando el Consejo Deliberante, autorizó al Intendente a comprar a Samuel Palacios los terrenos y posteriormente, no habiéndose cumplido con el primer contratista, se determinó el 27 de septiembre de 1889 se concretara “con los señores Caraccio Hermanos, de conformidad con los planos y presupuestos presentados” la realización de aquella necrópolis. (“Digesto Municipal de Córdoba”. Córdoba, 1890).

Siguiendo con la parte descriptiva de los cementerios en Córdoba, rescato un trabajo realizado bajo la órbita del Conicet (Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas) “Cementerios Municipales y espacios de la memoria”, dónde la Doctora en Ciencias Sociales e investigadora, María Celeste Castiglione, realiza un aporte de los cementerios en Córdoba y del Cementerio San Vicente en particular:

“La capital de Córdoba, en donde se encuentra la Universidad más antigua del país,
posee todo el abanico migratorio que arriba a la Argentina y sus cultos: dos cementerios
católicos, uno musulmán, uno israelita y uno para “disidentes”, que era la forma en la
que se denominaba a los protestantes y que en un sector permite la inhumación de armenios.
Este último cementerio “Del Salvador”, tiene una de las concentraciones más grandes de
simbología masónica aplicada a la cultura funeraria”.

“El San Vicente (fundado en 1888) se sitúa en una antigua colonia semirural de
migrantes, al este del centro colonial (Bischoff, 1986). Posee una parte más antigua y
otra más moderna –ambos sectores, que son como dos rectángulos– se unen en uno de
sus vértices. Este segundo terreno se caracteriza por tumbas en tierra que se extienden
a partir de esa mitad.
Saliendo del mismo, hacia la izquierda se emplaza un cementerio correspondiente a la
Sociedad Árabe musulmana de Socorros Mutuos y Ayuda Social y a su lado, otro
israelita en actividad”.

A partir de éstos dos cementerios municipales y con los años fueron apareciendo espacios privados dedicados a inhumar como el Cementerio La Floresta (inaugurado en 1985), Parque los Álamos (Camino a Colonia Tirolesa) y Parque del Sol (Primer Cementerio Parque de Córdoba) por nombrar algunos.

También existen en Córdoba tumbas o mausoleos fuera de los cementerios y en general son para aquellos que fueron parte de algún hecho trascendente para la provincia o el país como el existente en el edificio de Tribunales en el centro de la ciudad capital quien contiene los restos del Dr. Dalmacio Vélez Sársfield. Nacido en la localidad de Amboy (Córdoba) el 18 de febrero de 1800 y fallecido en Buenos Aires el 30 de junio de 1875 fue político y abogado y reconocido por ser el autor del Código Civil de la Argentina en el año 1869.

Su sepelio se llevó a cabo en el Cementerio de la Recoleta en Buenos Aires. Muchos años después sus restos fueron trasladados a Córdoba (27 de marzo de 1981) y el mausoleo fue decretado Monumento Nacional el 7 de julio de 1982 (Decreto Nro. 43).


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