VIAJE A LOS ORÍGENES: EN BUSCA DE LAS PROPIAS RAÍCES

Cada vez más jóvenes emprenden travesías en familia para conocer el lugar donde vivieron sus antepasados.

En el mismo puente de Blaibach en Alemania, Anikó Szabó vuelve a ser retratada, esta vez por su hija Aniko.

Un pueblo que en realidad no es más que una calle con cinco casas en la Baviera alemana, un pueblito de montaña llamado Llorense en España, otro denominado Vasto en una campiña italiana. Destinos insólitos, poco convencionales, pero con un denominador común que se extiende cada vez más: jóvenes que emprenden un viaje en busca de su historia, y que deciden armar las valijas en familia para ir a visitar el pueblo de donde emigraron hace ya medio siglo sus abuelos.

Es el viaje a las raíces, una categoría en alza

Muchas veces impulsados por los propios jóvenes que escucharon durante gran parte de sus vidas historias de desarraigo, sacrificio y nostalgia por la tierra abandonada, muchas otras llevados por sus padres con el fin de ponerles imágenes a esos familiares, lugares y casas de los que tanto se habló durante décadas en la mesa familiar; lo cierto es que este tipo de viajes forman parte de una tendencia no cuantificada pero sí vivenciada por muchas familias con antepasados mayoritariamente europeos.

“El viaje a las raíces es una tendencia que se inscribe en lo que es el turismo alternativo. Hoy en día hay mucha gente que se acerca al turismo desde el punto de vista de lo vivencial: la música, los platos típicos, salir del circuito comercial. La diferencia con un pasajero de paquete convencional es que en el pasajero de turismo alternativo la excusa puede ser algún tipo de actividad pero en el fondo lo que pesa es el hecho de encontrarse con uno mismo en un ambiente que le es propicio. Nosotros armamos contingentes de jóvenes a Grecia, y muchos lo hacen para conocer sus orígenes”, detalla Pablo Monteverde, uno de los dueños de la agencia Tango Joven.

Precisamente, ir en busca de los lugares que moldearon la cultura de la que uno estuvo empapado durante décadas en la intimidad familiar suele ser el motor de este tipo de viajes, como un modo de reconstruir un mapa sociocultural y familiar cuya trama nos conforma.

Y es que la transmisión cultural transgeneracional tiene un importante peso que, sin embargo, puede estar operando de modo silencioso. “Cuando tenés padres que vienen de distintas partes del mundo y vas a conocer sus países, te das cuenta de que hay muchas cosas que las heredaste de ahí, de esa cultura, sin saberlo -confiesa Aniko Villalba, escritora y autora del blog Viajando por ahí-. Porque yo toda mi vida pensaba: «Bueno, yo soy argentina y mi mama es húngara». Pero cuando viajé a Hungría, me dije: «Yo también soy mitad argentina mitad húngara», porque ellos son muy artistas, tienen mucho amor por el lenguaje, por la literatura, por la poesía, todas cosas que me encantan. El arte está un poco en la sangre”.

A Javier Sinay le ocurrió algo parecido. No solamente el recorrido por el pueblo de la Argentina al que llegaron sus antepasados lo llevó a reconstruir una historia que derivó en un libro (Los crímenes de Moisés Ville), sino que se redescubrió a sí mismo como inscripto en una trama familiar. “Al conocer los orígenes uno entiende mejor quién es, de qué está hecho. Muchas costumbres, características, modos de ser, facilidades, amores y obsesiones llegan desde nuestro pasado. Yo a los 18 años elegí ser periodista sin que nadie me lo pidiera, y a los 30 descubrí que venía a ser la quinta generación de periodistas en mi familia. Sabía que mi tío había sido periodista, pero nada más. Ahora, ¿fue casualidad que yo eligiera ese oficio? No: fue lo que mamé desde que nací. Es decir, repetí un modelo familiar”, reflexiona.

Una búsqueda de identidad

La doctora Ana Rozembaum, psicoanalista miembro de APA e IPA, apunta en la misma dirección: “Estos viajes consisten en una búsqueda fundamental que tiene que ver con la identidad. Esto de remitir a los orígenes y de ver que hay una transmisión generacional, que nosotros desconocíamos cosas propias que uno no sabe de dónde vienen, determinada característica de personalidad… Por ahí es algo que siempre estuvo y que tenía que expresarse, a veces varias generaciones después, porque pugnaba de alguna manera por emerger. Hay una transmisión generacional de inconsciente a inconsciente en muchas ocasiones: a veces de cuestiones dichas y muchas veces de cuestiones no dichas”.

A pesar de dedicarse a viajar, Aniko nunca había ido a Hungría. Fue cuando le dieron una beca para estudiar húngaro en Budapest que su madre se animó a pensar en la posibilidad de volver al pueblo en donde había nacido y vivido hasta los tres años, antes de que los abuelos de Aniko emigraran hacia la Argentina. Fue así como se tomaron tres semanas y, junto con su padre, recorrieron la Baviera alemana y el pueblo húngaro de los que su madre es oriunda. Al disponer de muchas fotos con las que el abuelo de Aniko se dedicó a retratar la vida cotidiana de su pueblo y los alrededores, el viaje tuvo un condimento especial, el de ir buscando esos lugares uno a uno, y que -para su sorpresa- muchos estén prácticamente iguales.

Antonela Ferrari también sintió una especie de llamado para vincularse con la lengua de sus abuelos, y obtuvo una beca para ir a estudiar italiano a la ciudad de Camerino. Una vez allí, viajó hasta Vasto, el pueblo donde nació su abuelo, quien hoy vive en Mar del Plata. “Fui a la casa donde nació mi abuelo, donde todavía existe la campiña. Allí me recibieron con la típica comida casera bien tana. Presencié la matanza de un cerdo y recorrí el enorme terreno lleno de animales. Escuchar, conocer y haber aprendido sobre los antepasados fue una de las experiencias más enriquecedoras que tuve en mi vida. «Torna presto. Mi manchi già (Volvé pronto, ya te extraño)» fueron las palabras de una de las primas segundas que conocí en Vasto. Y claro que volveré”, cuenta emocionada.

¿Qué es lo que llama a tantos jóvenes a intentar conectarse con sus orígenes? Juan Eduardo Tesone, médico psiquiatra de la Universidad de París XII y miembro de APA, lo define como un viaje iniciático, que nos ayuda a situar nuestra historia en relación con lo acontecido y lo por acontecer. “Nos sitúa en la verdadera dimensión humana, de ser un eslabón de una larga cadena filiatoria, una grupalidad que nos brinda una pertenencia. Situándose en la cadena filiatoria uno se siente un poco menos extranjero de sí mismo, menos a la intemperie, acompañado por todos los seres que portan nuestros apellidos. En el árbol genealógico familiar, el nombre es a la vez raíz y nuevo retoño, proviene de la tierra de los antepasados y reaparece en las hojas de las nuevas generaciones. Revitalizar nuestros orígenes es una tarea que requiere una reescritura permanente”.

Al no tratarse de destinos tradicionales, este tipo de viajes son planeados por los propios familiares por fuera de las agencias de turismo, ya que se suelen alquilar autos y manejar, GPS mediante, hasta el pueblito buscado. Como explica David Nalbdan, socio gerente de Make your Trip, se suele tomar un avión hasta una ciudad cabecera, para luego continuar en bus o taxi.

Es lo que hizo Analía Fernández Fuks junto a su padre y su tío. Luego de una separación, decidió que era momento de emprender un viaje a Europa, al cual su padre quiso sumarse con la idea de visitar el pueblo donde sus padres y su hermano habían vivido hasta 1949. Una vez en Madrid alquilaron un auto rumbo a Asturias, y empezó la recorrida: “En Oviedo visitamos a la prima de ellos, que nos recibió con una sidra. Luego fuimos a Llorense, un pueblito de montaña, donde vivió mi abuela. Allí conocimos a su hermana, Mary, igual a ella. Ese encuentro fue muy fuerte. Al vernos, corrió a abrazar a mi papá y le dijo: «Pensé que nunca íbamos a conocernos»”.

Justamente, en muchos casos son los padres los que motorizan este tipo de viajes. Para María Teresa Calabrese, psicoanalista docente de la UBA y miembro de APA, representan una especie de actitud redentora respecto a sus propios padres: “Los padres de estos jóvenes que viajan crecieron escuchando esas historias cargadas de nostalgia por los países de origen de esos padres que huyeron de las guerras, de las persecuciones, del nazismo, y en realidad fue un exilio mas que una emigración; entonces se produce un fenómeno transgeneracional donde es como si los nietos de esos inmigrantes tuvieran que realizar los deseos inconclusos de sus abuelos, volver a los países de origen. Sería como devolverles la vuelta a sus tierras: una reparación”, sostiene.

  • Fuente: La Nación
  • Autor: Ludmila Moscato
  • Crédito: László Szabó y Aniko Villalba
  • Fecha: 20/02/2016
  • Nota A2

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