¿QUIÉN SOY?, ¿DE DÓNDE VENGO?, ¿A DÓNDE VOY?

Estas preguntas, que han movido en muchos sentidos a la humanidad desde los albores de la conciencia, en busca de respuestas, han dado inicio a la Historia.

Sin la inquietud de saber quiénes somos, de dónde venimos y hacia dónde vamos, permaneceríamos por siempre en la obscuridad, sin pasado, sin memoria histórica, sin ideales, sin sueños, sin futuro. El aforismo “conócete a ti mismo”, escrito en el frontispicio del Templo de Apolo en Delfos, invitaba a despejar estas incógnitas, a darle sentido a nuestras vidas. Es inevitable al conocer nuestra propia historia, encontrarnos con la historia del otro y viceversa. “No hay más que una historia: La historia del hombre. Todas las historias nacionales no son más que capítulos de la mayor”, decía Rabindranath Tagore.

Con todas estas consideraciones es que me he lanzado a una apasionante aventura: investigar mi historia familiar. Tengo gran cantidad de fotografías, de cartas, postales y otros papeles antiguos, guardados en latas de galletas, sin ningún orden cronológico, ni alfabético, así que los relatos familiares y testimonios orales, que atesoro en mi memoria, difícilmente podía relacionarlos sin una metodología, en pocas palabras, no sabría por dónde empezar. Actualmente estoy tomando un curso de introducción a los estudios genealógicos en el Archivo General del Estado de Oaxaca y gracias a las herramientas adquiridas, he podido por fin iniciar la tarea.

Me he llevado grandes sorpresas al confrontar los documentos con la narración oral que conocía de los hechos. A través de las experiencias que he tenido en esta búsqueda me he dado cuenta en carne propia, de la plena importancia que tienen los archivos, de cómo estas fuentes documentales, son patrimoniales.

De pronto todo el andamiaje familiar empieza a cobrar sentido, surgen nombres y fechas y relaciones y todo se resignifica. Me he topado con hechos que me han arrancado las lágrimas, otros que me han indignado, muchos otros me han causado grandes alegrías. Una bisabuela, de la que sólo conocía el nombre, surge a través de los archivos, con su humanidad y aunque esté muerta desde hace más de cien años, puedo sentir empatía y amor por ella, lazos que el tiempo y la muerte no pueden romper, se vuelven evidentes.

Desde el origen de la palabra archivo, podemos encontrar su importancia: Hace tres mil años, el oráculo de Delfos vaticinó que los atenienses sólo podrían vencer a sus invasores, si el rey moría en la batalla. Codros, sacrificándose por su pueblo enfrentó a los enemigos hasta alcanzar la muerte y la gloria, ya que los dorios fueron derrotados totalmente. Los atenienses no hallaban un sucesor tan digno como Codros para ocupar el trono, decidieron entonces, elegir un magistrado civil al que nombraron Arkhon, el edificio que ocuparía sería llamado arkheión y los documentos resguardados en él se llamarían arkheía, palabra que pasó al latín como archivum y se convirtió al español en archivo. De la palabra arkheión se derivó arkhé, que significa gobierno, mando, llega a nuestros días en palabras como monarquía, oligarquía, anarquía, patriarca, matriarca; lo que me hace reflexionar que los archivos también gobiernan de cierto modo los hechos.

Acercándome a los archivos en busca de mis antepasados, tratando de rehacer la historia de mi familia, estoy encontrando piezas de ese rompecabezas que soy yo misma y que tengo la tarea vital de armar.

“La historia es cuestión de supervivencia. Si no tuviéramos pasado, estaríamos desprovistos de la impresión que define a nuestro ser”, nos dice el más grande poeta escocés Robert Burns, quien también es autor de la letra de la conocida canción Auld lang syne, de donde he sacado el siguiente brindis: “Por los viejos tiempos”.

  • Fuente: NVI NoticiasArchivo General del Estado de Oaxaca (México).
  • Autor: Wagive Turcott Fiat
  • Fecha: 06/06/2021
  • Nota I26

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